Que llega el verano: trucos para lucir moreno sin quemarnos

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¡Cómo nos gusta tener la piel bronceada! Atrás quedaron esos días (siglos) en los que lucir una tez blanquecina era sinónimo de un alto status social mientras que la piel tostada por el sol era sinónimo de hombre o mujer del campo… ¿qué cosas, eh?

Ahora a todos nos gusta lucir un estupendo bronceado.

Lo malo es que normalmente no somos conscientes del perjuicio que puede suponer una exposición prolongada al sol o sin una protección adecuada.

Estamos de acuerdo que el sol nos ofrece una serie de acciones beneficiosas sobre nuestro organismo aparte de broncearnos, con lo que nos sentimos y nos perciben más guap@s y más jóvenes; además sabemos que el organismo produce vitamina D cuando nos exponemos directamente al sol, vitamina que juega un papel fundamental en el metabolismo del calcio, ayudando a evitar la aparición de patologías como la osteoporosis o el raquitismo.

Pero una exposición continua y desmedida sin la correcta prevención puede ser muy dañina para nosotros.

Está claro que no todos tenemos el mismo tipo de piel por lo cual no respondemos igual ante la exposición solar. Se han caracterizado hasta 6 fototipos de piel distintos en función de la cantidad de melanina que somos capaces de sintetizar para protegernos de la radiación solar. Como ya sabéis, la melanina es un pigmento que producimos en respuesta esta radiación y que nos protege como una primera barrera para evitar que esta radiación penetre a capas más profundas de la piel.
Fue a mediados del s.XX cuando aparecen los primeros filtros solares aplicados a la cosmética, cuya misión es la suplir o complementar la acción de nuestra melanina endógena ya sea absorbiendo esa radiación o repeliéndola, y en la medida en que se incorporan estos filtros solares a las formulaciones cosméticas obtenemos unos filtros solares de mayor o menor proporción indicados para unos fototipos de piel u otros.
Un error bastante frecuente que solemos cometer es pensar que sólo el sol estival es perjudicial para nuestra piel cuando en invierno (a pesar de la inclinación e intensidad con la que nos llegan los rayos solares es distinta) podemos alcanzar niveles de radiación UVA y UVB altos y por tanto, y dependiendo de nuestro fototipo de piel, deberíamos protegernos durante todo el año.
Otro error bastante común es pensar que el mismo protector solar es válido para todos los miembros de una familia, y esto no es así, ya que cada miembro de la familia, aparte de tener un fototipo de piel distinto, también, en función de la edad, de su tipo de piel (seca, normal, mixta, grasa…) y de sus necesidades específicas requiere un fotoprotector adecuado para esos requerimientos.
Necesitaríamos pues un producto para cada necesidad específica; para un niño que está entrando y saliendo del agua habría que utilizar un fotoprotector water-proof que permita una aplicación uniforme y absorción rápida; para bebés o personas con pieles atópicas habría que utilizar un fotoprotector de textura rica (grasa) y emoliente con protección muy alta para reforzar la barrera cutánea… y así para cada una de las situaciones.
Sin olvidar que al utilizar fotoprotectores conseguiremos broncearnos de igual modo pero de una manera segura.
Ya sabéis que el Factor de Protección Solar (FPS o SFP del inglés Sun Protection Factor) es un número que aparece en los fotoprotectores solares y que nos indica el nivel de protección frente a la radiación UV-B, aumentando la capacidad de defensa natural de la piel de manera que, si hipotéticamente nos quemáramos tras 25 minutos de exposición directa al sol y utilizáramos un fotoprotector con un FPS 20, tardaríamos 25×20 minutos (500 minutos) en alcanzar el mismo grado de quemadura por exposición al sol.
En definitiva, os aconsejamos la utilización de un fotoprotector siempre dependiendo de vuestras necesidades, pero ese uso debe ser continuado en el tiempo para lograr su triple objetivo: bronceado sano, seguro y duradero.
P.S. Podéis echadle un vistazo a nuestra línea de solares.

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